Alberta Vileu
Diseños estelares
Desde aquel día de alto sol
me pareció ver a Dios dividir el mundo,
dibujarlo en dos mitades,
dos orillas de un solo río,
del orden establecido un rayo
surcando el cielo y luego
el caos y el desorden
Pero vino tu sonrisa
(que fue dentro que te vi)
por legítima voluntad divina
a decirme que era tiempo de cortar
y dar el salto para gritar a viva voz
que soy la reina del amor
Desde aquel día,
el registro quedó en mi diario
en las notas mentales
en el asterisco de la fecha
en todo lo demás que llaman elipses,
en el poder de la misión,
Como Perséfone, profetizar.
Lo que se mantuvo no fue la dificultad,
ni las promesas, ni la precariedad,
ni las falsas expectativas, sino la verdad,
y con ella el compromiso despierta,
se despierta y se dan volteretas,
sustituyendo los ultimátums
y desprecios humanos por armisticios y pausas.
Caja negra planetaria y como bonus,
Saturno, en el intersticio en vigor
la lección, brújula y regente,
el karma servido por delante,
desde el condimento del amor,
a la salud y vigor y a los conflictos, desaparición.
El sol no sale alto,
pero crece la luna llena
precede al hueco de los acontecimientos
equinoccio conectando a otro rayo,
las mitades de la naranja
el mundo colgado boca abajo
en mi mano, el astrolabio,
y te mantengo persistente,
e insubordinado a cualquier revés,
en la resiliencia, en la protuberancia,
el culto al amor incondicional,
del proyecto original y primario
la tormenta trae nuevos comienzos
y por fundamento, la verdad
Un color amarillo en la pared
un viejo reloj en la repisa
un soplo de verde y en un instante,
vientos turbulentos e inquietantes
rompen el armario,
la concomitancia,
ante el paraíso,
la paz clamada en oración
antes de que amanezca un nuevo día,
iremos a lo profundo del invierno
y entonces, sólo entonces
ocurre la serendipia.
El retrato antiguo y sin sangre,
del amor descolorido en el papel,
la sincronicidad, la mirada atrás,
dos mitades, dos opuestos, la edad.
Un río que corre hacia el mar,
¡una verdad y nada más de dolor!
Vientre seco en llamas,
vértigo de un sueño de almas y,
no lejos de lo propuesto
haremos vengar a agosto.
Las particularidades se acumulan
y dejé de hacer rompecabezas,
con las piezas que me ofrecían
minaban mis planes,
ahora sólo obedezco a los océanos,
en ellos vierto mi ansiedad,
dejé de responder a las exigencias,
a los agravios en espiral,
a los deseos de los demás,
a las cosas superficiales y a los errores.
De las tormentas del mar
espero con mi propia alegría y cautela
pero mi fe es tan grande
que sé, que aquellos que, de hecho,
reflejan la verdad de quién soy,
vendrán a rescatarme.
Polvo de estrellas.
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