Lídia Pastor
Aprender a envejecer con la risa
Entre un día y otro que no llega
Entre susurros nocturnos
y despedidas del día
El gato que maúlla fuera
de la temporada de celo
Las descargas, el café,
los recién llegados
por Alegre, Nogueira y Gautier,
Tengo una plantita de
romero en mis manos
Viniendo de más allá del río
envuelto en una carcajada
Mantengo bien escondidas
estas pancartas de buen humor
porque habrá un día así tendido
en la cuerda de los siglos con arrugas
Hecho de las raíces
de amigos que no veo
Serán recordatorios
de las horas, de los meses
de sucesivas sucesivas
y hasta de nada.
Entre los pelos blancos
y los espaguetis
Que ya no puedo hacer
Entre la Navidad de un niño
y la que está por venir
Relleno con los hijos
de otros hombres y de otras personas
Será la memoria viva
La promesa sin Alzheimer, de un alma
Envejecer lentamente.
Hoy vuelvo a probar
los espárragos y me río
De mí, y de los demás
e incluso de las plantitas de romero
Que me dejen en las ventanas,
en la caja
Habrá momentos sin perejil
Pero hoy recibí romero.
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