Máximo Ballester
En el Museo de las Relaciones Rotas
donde la gente dona toda clase de objetos
que pertenecieron a sus antiguas parejas
y que se exhiben en torno al concepto
el anuncio, encontré aquella jirafita que te regalé.
La encontré con una pequeña nota, una tarjeta
doblada en dos atravesada por un cordón dorado
que le colgaba del cuello. En esas tres líneas
de despedida pude reconocer tu letra.
Lo que no pude –y dudo de que pueda algún día–
es adivinar quién carajos es Javier.
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